BLOG DE LENGUA Y LITERATURA

Blog de Lengua y Literatura - Tercer Año de Ciclo Básico
Escuela Técnica de Young - 2011 - Profa. Verónica Rosales
CUENTOS DE JUCECA


Índice 
  • El bagre ganó la puerta y salió rumbo al arroyo 
  • La vaca no es bicho de altura 
  • Impresionar al contrario 
  • A las murgas lo que les está faltando es la mímica 
  • Andá a saber como es la cosa 
  • El confianzudo 
  • El movedizo 
  • La mujer 
  • La sordera del Perro 
  • Los Bolsillos 
  • Madre de carambola 
  • Neoliberal Brutón 
  • Para carnaval "LOS RESORTEROS" son fija. 
  • Rancho fresco 
  • Sin salida 
  • Tabaco 

El bagre ganó la puerta y salió rumbo al arroyo 

Hombre que supo ser llevadero, aura que dijo, fue un tal Anular Gandúl, el casau con Apócrifa Visual, hija del viejo Visaul, que eran tres: Fallutita, Mentirola, y la tal Apócrifa, que con Anular se conocieron en el velorio de Palangano Mocheto, que tuvo la muerte del terrón de azúcar porque murió en un café. Eso en los tiempos del azúcar en terrón, que no había que sacudirlo como ahora con el sobrecito, que es un peligro porque uno se descuida por mirar la rubia que pasa, y capaz que le pega al pocillo, salta el pocillo, salpica a una vieja y con la cucharita que sale como chijete le saca un ojo a un señor, cosa que no peligraba con el terrón.
Y Anular salió llevadero de llevar. Ligero de mano pal agarre con disimulo. En las fiestas era un despiporre, y si lo descuidaba, se metía media torta de frutilla abajo del poncho. Y como le digo frutilla, le digo chantillí. Y una vuelta iba como bobiando por la orilla de un arroyo cuando justo va un pescador y engancha un bruto bagre, lo tira pa atrás, así, el bicho cae entre los pastos, y va Anular Gandúl y lo levanta, y se lo mete en la camisa y sigue caminando mientras el otro, como un abombau, buscaba el bagre entre los yuyos.
Anular Gandúl llegó al boliche El Resorte con el bagre abajo e la camisa, saludó, se acodó, y antes de que pidiera nada, el gato barcino, que estaba en aquella punta del mostrador, lo miró fijo, le clavó las vistas en la camisa, y a lo que vio algo que se movía se le acercó, el gato, y va y le siente olor a pescado. Fue olerlo, y allí mismito se agazapó, pronto pa saltarle.
Ahí el hombre se sintió molesto porque una aleta del bagre le rascaba el costillar, se abrió la camisa, y saltó el bicho pal mostrador. A lo que lo vio, el gato le bufó de lomo arqueado. Se ve que el bagre algo malició, porque con la misma ganó la puerta y salió campo afuera en dirección pal arroyo. Y atrás el gato. A los saltos, con apoyo en la cola, el bagre era asunto serio pa la disparada, pero el barcino lo llevaba cortito. Llegó el pescado al borde del arroyo con la idea de zambullirse lo antes posible, pero no le dio el resuello y quedó allí, en la orilla nomás, viendo como el felino se le acercaba con aquellas malvadas intenciones. Pero algo le dio al barcino, como un sentimiento le dio, y en lugar de saltarle arriba con las garras, lo empujó suavecito con una pata y lo hizo caer al agua. !Una fiesta aquel bagre!. Saltaba y hacía piruetas en el aire, lo mismo que un delfín, pero con bigote. Después, cada tanto, cuando llovía y la seguidilla de charcos facilitaba la cosa, el bagre se iba hasta El Resorte, se asomaba a la ventana, y lo saludaba al barcino, de puro agradecido nomás.

La vaca no es bicho de altura 

Hombre que supo ser asunto serio para contar las películas del biógrafo, ahura que me viene a la memoria el Pocholo Fomento, casau con Mantecosa Gotera. A la mujer lo conoció a la salida del biógrafo del pueblo, que al Pocholo lo dejaban entrar gratis porque era el que repartía los programas casa por casa, y eso a la muchacha la deslumbró, porque era como si el Pocholo perteneciera a la farándula, como si fuera artista, como quien dice una estrella de cine, que para ser norteamericano lo único que le faltaba era hablar. El Pocholo era un peligro, porque donde caía el Pocholo, ahí el Pocholo se ponía a contar alguna cinta de biógrafo y no había quien lo parara. Y una vuelta el Pocholo cayó por el boliche El Resorte, pidió una gaseosa, le sirvieron una cañita, y al primer trago ya arrancó a contar. Como era la primera vez, la gente del boliche lo respetó y algunos hasta se interesaron, en especial la Duvija, porque para ella los artistas eran una cosa soñada como adelgazar comiendo de todo. Y el Pocholo contó una de aventuras, del biógrafo catástrofe, que según él, traducida al castellano se llamaba "No dejemos que abuelita se suba al techo". Cuando le preguntaron cómo era, él contó:
- Se trata de una vaca holandesa que la llevan pa un concurso de café cortado y con espumita, pero en los cuernos de la vaca llevan un contrabando de diamantes y los agarra una tormenta a trescientos mil metros de altura.
- ¿Cuántos metros dijo el señor?.
- Pongalé mil y pico. La cosa es que los agarra bruta tormenta, y la azafata se pelea con el piloto porque le encuentra una foto de la mujer y los nenes, y pa vengarse le afloja un tornillo al avión, y cuando les pasa un rayo cerquita se le cae un ala y la vaca se pone nerviosa por el zarandeo y porque se apuna, porque la vaca no es bichito de altura. Ahí el avión se llena de pánico hasta los topes y la gente grita mientras una monja reza, un nene muerde un osito hasta que el osito lo muerde al nene, y aparecen unos músicos y tocan el viejo tema "Agarrate Catalina que vamos a galopar", de un recordado autor anónimo de grandes éxitos.
En el Resorte había una calma chicha, de las que asustan porque son señales de que la cosa se viene. Y el Pocholo siguió contando que la vaca se mareaba, y que en una sacó la cabeza por una ventanilla y desde una avioneta le manotearon los cuernos con los diamantes, y de repente se le entreveró con otra película y resulta que la vaca era un espía ecuatoriano disfrazado para matar a Robert de Niro que era una viejita que vivía en un sótano con un sobrino de Superman que había sido piloto de un Jumbo 707 en la primera guerra mundial. Y hasta ahí nomás lo dejaron contar, porque Rosadito Verdoso le reventó un par de higos en la frente, lo sacaron para fuera y se acabó la función. Después, el tape Olmedo comentaba.
- Se lo merecía, porque los animalitos vacunos no son pa juguete.
El fumigador, que había llegado a pedir un vaso de agua porque era la hora de la pastilla, agregó:
- Y los aeroplanos tampoco.

Impresionar al contrario 

Asunto serio fue cuando llegó un forastero al boliche El Resorte, pa desafiar. Era un flaco medio compadrón, de los que desafían con la mirada nomás, con la manera de entrar, con la forma de llevar el pucho entre los labios del hocico. Y entró y fue y se acodó al mostrador. Al acodarse pegó un gritito, porque al apoyar se golpeó el hueso del codo y le dio eletricidá por el nervio. Se repuso con un carraspeo, y fue y dijo, dice:
- Caballeros, vengo del boliche La Tapita, pa desafiar a lo que sea porque allí somos todos guapos y nos estamos achanchando por falta de ejercicio. Ustedes dirán si se animan.
Hubo un silencio profundo, quieto pero tenso, total. Un silencio tan bonito que daba no sé qué romperlo. Era como un jarrón chino.
Y un redepente, Azulejo Verdoso agarró una silla, la puso arriba de una mesa, se sentó al revés y se hizo el dormido que estaba soñando algo gracioso, y se reía. La gente del Resorte, que lo tenía bien calado, se dio cuenta que hacía eso pa impresionar al contrario. El de La Tapita pidió una caña y se los quedó mirando, en redondo y a las vistas, como esperando que le contestaran. Fue cuando el tape Olmedo le pegó una trompada a la mortadela que colgaba del techo y la dejó chicotiando. Después se quitó una alpargata y la clavó con el cuchillo contra un postigo y la salivó. Cualquiera que lo conociera, sabía que aquello era pa impresionar al contrario. El de La tapita ya se mostraba nervioso, cuando el gato barcino corrió por el mostrador, dio una voltereta en el aire, picó en una mesa y fue a dar a las bolsas de afrechillo, ladró, y volvió a saltar pa caer paradito en dos patas, la delantera izquierda y la derecha trasera, bien plantado y sin un desequilibrio. Era un hecho que el barcino, con ese instinto que tiene el felino, trataba de impresionar al contrario.
El de La Tapita casi se marea con tanta pirueta, pero se repuso, se mandó la caña al buche de un solo saque, acomodó la voz pa gritar, y en eso la Duvija le bajó el hacha a un queso duro varias veces seguidas, y mientras saltaban las astillas del queso y se diban a clavar contra el techo, ella tarareaba la marcha Tres Arboles en tiempo de cumbia. Antes de que el desafiante tuviera tiempo de nada, Rosadito Verdoso dijo:
- Cuando lo bueno es mucho, puede ser peor que cuando lo malo es poco, pero también el monte sabe del arrullo de la torcaza mientras que el hombre que vive solito aprende a pegarse sus botones.
Entonces el de La tapita, adivinando que en todo aquella locura había una intención, peló el facón que relumbró en el aire, se puso en posición de ataque, y fue un desparramo de gente que se atropellaban buscando puerta pa disparar.
Después, cuando le preguntaron al tape por qué la gente del Resorte se había dado a la fuga, dijo que fue pa impresionar al contrario. Quedaron dudas. 

Andá a saber como es la cosa 


Azafrán Carquejo era blanco en invierno, colorau en verano y frenteamplista en primavera. El otoño lo dejaba pa`descansar, porque según él decía, no se puede estar pensando todo el tiempo en lo mismo.
Hombre que se daba idea pa`todo, Azafrán, tenía un pañuelo pa`l cogote, que asigún lo plegara le quedaba del color del partido que quería, y si lo dejaba abierto, al blanco y al colorau se le agragaba un azul que daba gusto. "Yo, pa`mí - solía decir - de promesas tengo dos galpones llenos, y le digo más - solía decir - le digo que algunas ya estan pasadas de maduras, tirando a podridas, con el perdón de su cara y sin ánimo de molestar a naidesporque eso no esta en mí", solía decir. Más de una vez se lo vió recostado al mostrador del boliche El Resorte. Pedía un vinito, le pegaba el primer trago, armaba tabaco, prendía el fósforo contra la dureza del talón que le asomaba desnudo por la culata de la chancleta, se le quedaba mirando la llama casi hasta el final, prendía el cigarro, soplaba el fósforo ya con la llamita contra la uña, aspiraba una bocanada grandota de humo, lo soplaba finito, sacudía la cabeza así, y con una sonrisa comentaba:
-"Es que hay gente muy informal."
Una vuelta la Duvija, que estaba cerquita, lo escuchó y le preguntó:
-"¿Informal de qué, don?" Ahí el otro cambió el pie de apoyo, hizo girar el vaso contra el mostrador como si estuviera borrando algo, revisó la hojilla del cigarro y le pasó la lengua húmeda por el cierre, para después tirarse el sombrero sobre los ojos y contestar:
-Decía nomás, lo informal que es alguna gente, ¿no? Hay mucho veleta, digo, porque algunos quieren cambiar las cosas y resulta que las cosas los cambian a ellos, y al final las que mandan son las cosas, que uno nunca sabe bien que son las cosas.
Una noche, desde un rincón oscuro, la voz de un forastero pretendió ilustrar.
-Las circunstancias.
-Deben ser -comentó ligerito don Azafrán y se sacudió una ceniza del cigarro que le rodaba por el chaleco.
Dispués, entre el murmullo apagado del boliche, cada tanto se podía escuchar:
-Lo bravo es lo informal que es mucha gente, digo, y pa`pior las circustancias, como joden, ¿no?
El confianzudo 


Hombre que supo ser asunto pa' la cuestión de tomarse confianza, un tal Anodino Pertrecho, el casau con Ligerita Latosa, que se conocieron una vuelta que ella tiró por la ventana el agua de los fideos justo cuando él se asomaba pa' preguntar dónde quedaba la casa del dentista, porque hacía catorce años que le dolía una muela y no quería llegar a los quince.

Confianzudo, Anodino Pertrecho, pero decía que lo hacía por tímido nomás. Pa' que no se dieran cuenta de que era tímido, se hacía el gracioso, y tanto le sacaba la silla a una vieja cuando se estaba por sentar, como esperaba que alguno abriera el diario pa' leer y de abajo le prendía fuego con un yesquero. No era malo, pero tenía eso. Cuando se casó, entró a la iglesia con patines, que se los había hecho él mismo con rulemanes, y no había manera de pararlo. Llegaba frente al altar y pegaba la vuelta y al cura no le daba tiempo ni pa' empezar con los latines. Que al final, el padre de la novia y un vecino que se ofreció, lo manotearon a la pasada y lo cazaron en el aire, pa' que no se les patinara.

Muy buscavidas, Anodino, el día del casamiento le regalaron veinte planchas eléctricas y cuatro a carbón, y pa' la noche las puso en un tablón con caballetes y las vendió a mitá de precio. A la hora del baile hubo mucha mujer que planchó. Y una vuelta que cayó por el boliche El Resorte, fue similar. El tape Olmedo se estaba sacando una espina de tala del talón, y cayó Anodino y lo primero que hizo, sin saludar ni nada, fue agarrar la alpargata del tape y tirarla por la ventana pa' fuera.

Rosadito Verdoso, sin saludar ni nada, le reventó un par de higos en la frente. Le colocó nada más que dos, porque no era la temporada del higo y los tenía racionados. Pero el que se encocoró, fue al tape Olmedo, y fue y le dijo, le dice:

-Vea don bobito - le dijo con destrato -, un poco de confianza está bien porque suele servir pa' dentrar en conversación, pero usté, con el cuento de que es tímido se está pasando de belinún, así que ahora mismito me sale a buscar la zapatilla y me la trae y me la pone donde estaba. Anodino Pertrecho se sacó las semillas de higo de las pestañas, y sin chistar salió a buscar la zapatilla.



Era de nochecita. Lo pájaros alborotaban buscando nido. Las gallinas hacía rato que habían logrado el equilibrio necesario pa' pasar la noche durmiendo en un palito. Anodino buscaba agachado. La alpargata no podía estar lejos de la ventana, pero en lo oscuro Anodino levantaba de todo menos lo que buscaba. Botellas vacías, bosta de vaca alargada con forma de chancleta, de todo hallaba menos zapatilla. Como miraba pa' abajo, perdió el rumbo, se alejó del boliche y lo agarró la madrugada agachado y levantando cosas. Cuando salió el sol, se enderezó, miró así, y vio la alpargata que se iba. No tuvo que correr mucho pa' alcanzarla, porque al tirarla por la ventana había caído arriba de una tortuga, y la tortuga, ya se sabe, es animalito sin apuro. Además, no había ninguna razón para que disparara con una alpargata en el lomo. La tortuga no es bichito rapaz.

El movedizo


Hombre que supo ser asunto serio para los movimientos, un tal Relamido Regusto, hombre de cuchillo largo a la cintura, que tuvo lo suyo con Socarrona Bostita, hija del viejo Viviré Bostita, que se conocieron en el velorio del negro Dorremí Fa Solá, que según la viuda se murió nomás que por dar la nota.

En ese velorio, van y se conocen Relamido y Socarrona, que ella se había hecho cargo del café y él de la grapita con limón, y en un cruce para la cocina van y se pechan y ella lo salpicó con café. Palabra va, grapita viene, al poco rato andaban haciendo manito y Relamido la invitó para fuera, cosa de ver la salida del sol. Que ella se lo vio venir y fue y le dijo, le dice:

- A mi me parece, sin ánimo de entablar una discordia, que las once de la noche es medio temprano para ver salir el sol.

- Con la naturaleza nunca se sabe - contestó él -, porque sin ir más lejos ahí está el niño que no me deja mentir.

-¿Casado y con hijos el señor?.

-No, Socarrona de mi alma - le dijo él con un tonito -, me refiero a "El Niño", ese huracán que es tan capaz de mandarle un granizo con cielo despejado, como de adelantarle la salida del sol, y como le digo sol le digo luna, y como le digo luna le digo que le voy a plantar un beso.

Y se lo plantó apenas de refilón, porque ella le pegó un bife, que algunos dolientes salieron del velorio para ver qué era lo que estaba sonando afuera.

Desde esa noche, Relamido Regusto quedó en un temblor, movedizo estaba.

Con el revolcón, el cuchillo en la cintura le quedó torcido para un costado.

Cuando cayó por el boliche El Resorte hubo gente que se empezó a marear por mirarlo.

La Duvija fue la que dijo:

- Pa mi, este hombre anda con las defensas bajas.

- A mi me parece - acotó el tape Olmedo-,que lo que tiene el caballero es que anda apestado y listo, porque eso de las defensas bajas es una modernidá para no decir que uno anda jodido como Dios manda.

Rosadito Verdoso ya le estaba por aplicar el tratamiento de reventón de higos en la frente, cuando un forastero que andaba de paso lo miró a Relamido, se le acercó, le pidió permiso, lo dio vuelta, le enderezó el facón, y el otro dejó de moverse y quedó fijo.

Cuando le preguntaron al forastero qué le había hecho, respondió:

- En cuantito lo vi entrar me di cuenta. Era un problema de antena.
La mujer 


Hombre enamoráu de los colores, aura que dice, Nostálgico Amano.
Pa'ver la salida del sol antes de que empezara a salir, se trepaba a la punta de un ucalito con brasero y mate.
A ocasiones los pájaros lo picotiaban todito porque les enllenaba los nidos de humo.
Cuando el sol dentraba a coloriar por el filo de una lomita, Nostálgico Amano solía desplomarse contra el suelo de la emoción. Pa'no tener que estarlo levantando todas las mañanas, la mujer, Hermética No, dos por tres subía y lo ataba de una rama.
Un día, de mientras Nostálgico estaba atado, mirando al sol ya pintón, ella aprovechó pa'dirse con un tropero. Como a los tres días lo desató un vecino.
Nostálgico Amano quedó como ido. Enamoráu de los colores, eso sí, pero en gris.
Una güelta, en el boliche El Resorte lo quisieron agarrar p'al chorrete en la cuestión de los colores.
Taban la Duvija, el tape Olmedo, Idéntico Aveno, Odioso Lirio, el pardo Santiago y Monolítico Suave, hablando de la vida y el corazón y tomando unos vinos, cuando miran así y ven venir a Nostálgico Amano.
A los tropezones venía el hombre, como abombáu y triste por el asunto de la china y por mirar florcitas y churrinches.
A lo que lo vieron venir, va el tape Olmedo y pinta en la paré una mujer sentada en una silla. Silenciosa la pintó. Le quedó igualita. Después fue y le arrimó una mesa.
Dentró Nostálgico, saludó, y atracó al mostrador. Pidió una botellita de vino y se acodó. La Duvija fue y le dijo:
-¿Cómo anda, don Nostálgico?
-Estrañando la mujer. Solo, uno es naides.
Por ahí el tape Olmedo tropezó con la mesa que estaba contra la paré, miró la pintura, y fuerte, pa'que Nostálgico oyera, va y dice:
-Desculpe, moza.
Nostálgico mosquió pa'ese láu. Vio a la mujer de la paré contra la mesa, agarró la botella de vino, pidió otro vaso, y fue y se le sentó enfrente.
La miró un rato. Dispués sirvió pa'los dos, y dentró a prosiar bajito, como cuadra al hombre que habla de lo suyo.
Nostálgico, meta prosa, terminó el litro y pidió otro.
Le contó todita su vida. Que era hombre de trabajo dende chico, castigáu por injusticias dende siempre, que aura andaba triste y solito, cargáu de ternura sin un destino, y que así no era vida porque cuando uno dentra a ver gris -le dijo-, se hace gris.
Si le habrá prosíau de lujo, que pa'la madrugada se la llevó pa'las casas.
El se diba sacudiendo recuerdos. Ella, la cal de la paré. 


La sordera del Perro

Batifondo Remilgo supo tener un perro que se quedó sordo al ver a un sapo fumando y que le hacía guiñadas y le movía la cola.
-Perdón, pero el sapo no tiene cola.
Por eso fue que el perro se impresionó tanto. Que según un forastero que andaba por El Resorte, el batracio croa porque es natural de Croacia, cosa que lo diferencia de la gallina que cuando hace caca se dice que cacarea.
Cuando Batifondo llevó el perro al boliche, le dijeron que mejor hubiera llevado al sapo, que el sapo sirve pa jugar al sapo y es mucho más divertido que jugar al perro, y mucho peor si el perro es sordo, porque usté le explica cómo es el juego y el otro como quien no oye llover.
Batifondo Remilgo contó todito lo que le pasaba con el perro, y dijo que así no era vida porque no tenía con quien conversar, y que cuando un hombre carece de un perro que lo escuche corre peligro de ir y casarse. Y que muchas veces el hombre se casa y después igualmente tiene que conseguir perro porque la mujer no lo comprende, y el perro tampoco pero no discute.
Se comentaba el caso, y va el tape Olmedo y lo quiso probar la sordera del perro que estaba distraído mirando pa fuera, y le hizo sonar los dedos como hacen los andaluces cuando bailan, que con el chasquido no hay perro que no se de vuelta pa mirar. Y el perro ni mosqueo. Pa probarlo de nuevo, el tape le chistó.
-Chicho, chicho -le dijo-, chicho, chiiichooo, perro abombau -le agregó medio calentito de verlo tan desatento. Rosadito Verdoso estuvo a punto de reventarle un par de higos por el lomo, pero la Duvija lo miró con ojos de San Francisco de Asís, y se aguantó.
El tema se discutió media damajuana de tinto, y quien más quien menos opinó lo suyo. Azulejo Verdoso, el inventor, dijo que pa él lo mejor pa la sordera era sopletear. El pardo Santiago dijo que pa él, clavau que se había dormido de costado y que en un descuido el dueño le había tirado la yerba del mate en una oreja y se la tenía tupida, y que lo mejor era sacudirlo golpiando suave contra un poste. La Duvija opinó que capaz que no era sordo, y que capaz que se hacía pa no tener que dir a buscar cosas ni salir a ladrar por cualquier ruidito de morondanga.
Pero el tape Olmedo dio la solución cuando dijo, dice:
-Si quedó sordo de un susto, lo mejor es darle otro.
Ahí Rosadito Verdoso agarró al gato que estaba dormido y se lo tiró al perro por la cabeza. Se llevaron un susto los dos, que después el perro escuchaba todo clarito, y el barcino se pasó una temporada sordo, como si fuera de yeso.


Los Bolsillos 

Hombre loco por los bolsillos, aura que dice, el Consonante Veda.

Muy guardador aquel crestiano !

Cuando el médico lo mandó a guardar cama, la metió en el ropero.

Tenía una bombacha bataraza llenita de bolsillos, y cuatro más en el sombrero. Una guelta demoró tanto en encontrar el tabaco que dejó de fumar.

En una oportunidá estaban en el boliche El Resorte, la Duvija, el tape Olmedo, el pardo santiago y Duplicado Trillo, cuando pasó de largo Consonante Veda acompañau de Noreste Matero. Caña de pescar, damajuana de vino, diban pa'l arroyo. Muy aficionado a la pesca, pa' la nochecita habían sacado como sesenta bagres. Hombre de guardar sus cosas en los bolsillos, se los enllenó de pescau y salieron pa;l lau de las casas.



Por ahí va Duplicado, y le dice a Consonante:

- qué le parece, compañero, si le hacemo un tirito al baile de las Curtiembre, que la menor está de cumpleaños ?

- Easo es hablar y venga a ver ! - rispondió Consonante y arrancaron pa'l baile. Jediendo a pescau Consonante, al pasar por el pueblo no quedó casa con gato. Atrás del gatero, la perrada.

Fue llegar al baile y el dueo de casa meta echar creolina, pa' medio perfumar la cosa. Los ladridos tapabanm la música de la acordeona y la gente se olfatiaba metiendo nariz pa' ver quién era.



Consonante y Noreste Matero saludaron al pasar y se fueron pa' la punta de un tablón que había puesto pa' mostrador, y le siguieron pegando al vino parejito nomás.

Al rato, Consonante le empezó a echar el ojo a una china medio viejota y descolorida. Unas miradas tan fogosas, que el dueño de casa hizo parar el baile pa' ver qué se quemaba. Consonante mirando mamau era un soplete.

Le hizo una seña con el pucho, ella le rispondió moviendo el diente, la cosa que va y la saca a bailar. En cuantito la agarró, ella le hizo una caida de ojos y fue y le dice:

- chá que jiede lindo usté !

Consonante, modesto, le contestó:

- es una colonia pa' entrecasa nomás: a ocasiones la uso pa' ordear.



Con los bolsillos lleno de bagres, los gatos le saltaban.

Ella, mimosa, le dice:

- veo que es hombre cariñoso con los animales.

- Sí, pero no se haga ilusiones.

Un redepente se le acerca un gaucho grandote, lo da guelta asi, lo sacude por el pañuelo del cogote y le grita:

- usté se está intencionando con esta china, y pa' que sepa es de mi propiedá !

Consonante sabía que no estaba apretando porque tenía los pescados en los bolsillos y fue y se lo dijo:

- yo estoy bailando separado con su china, porque debe saber que no soy hombre de andar apretando bagres.

El otro le ha pegado tal patada que fue el desparramo de bagres por el piso. El gatero entreverado con la perrada, copó el rancho y hubo que seguir el baile en el galpón de los zapallos.

Y el dueño del baile otra vez meta regar con creolina pero por culpa de la pulga. Galpón con piso de tierra, cría en pila.



Madre de carambola 


El que jugaba lindo a la carambola, era Crisantemo Patita, el casado en segundas veces con Depravada Bonanza, que eran tres hermanas: Depravada, Libertina y Licenciosa, y a cual de las tres más recatada y modosienta.

Crisantemo y Depravada se conocieron en el boliche El Resorte en los tiempos en que había mesa de billar, que la tenían recostada contra la paré por faltarle una baranda. Que era el único boliche con polillas verdes porque le habían comido el paño al billar, que un mamau creía que eran pichones de cotorras y quería enseñarles a conversar de chiquitas, a las polillas, santitas. Cualquier abombau sabe que la polilla es sorda, así que mal podían aprender a pronunciar palabra como hace el loro barranquero, que ya viene con ese don. Don que tampoco tiene la paloma mensajera, y por eso lleva la cartita en una pata, que hay que ponerle un peso igual en la otra pata pa que mantenga un nivel y no vuele inclinada siempre pal mismo lado, porque si no pudiera maniobrar volaría en circulo, como el carancho, y no agarraría rumbo pa llegar, un suponer, a Fray Bentos.



Se conocieron, Crisantemo y Depravada, el día que ella llegó al boliche a tomar una copita de menta y la Duvija le hizo un té de trébol y ella se descalzó pa tomarlo, porque le habían vendido un par de zapatos con el derecho de taco alto y el otro bajo, y justo va Crisantemo y tira una carambola, da pifia, la bola salta pa fuera de la mesa, y va ella y la calza con la planta del pie desnudo. La bola venía con un efecto escandaloso, y ella sintió como un placer en la planta, como una cosa sintió, y salió pa fuera rodando arriba de aquello que le hacía una extraña cosquilla que le subía.



Al verla pasar, la gente se asomaba en los ranchos pa saludarla, algunos aplaudían y otros la salpicaban con agua pa refrescarla. Diba a toda velocidá por una bajada, cuando apareció Crisantemo en su caballo, al galope tendido, se le puso al costado y a toda carrera la levantó por la cintura, y la dejó enancada en su azulejo. De mientras, la bola de billar siguió rodando, se enlenteció de a poco, y fue a parar al nidal de una gallina que estaba empollando. Si sería maternal aquella gallina, que a los veintiún días la bola se abrió, y salió un pollito. Medio duro al caminar el pollito, como de marfil, pero lindo pollito.


Neoliberal Brutón 

El sopapo retumbó como trueno en la lejana tormenta
Hombre que supo ser manolarga, un tal Neoliberal Brutón, hijo del viejo Brutón, que pa' desmentir el apellido salió refinado que hasta asco daba.
Y el hijo, Neoliberal, era incapaz de irse de ninguna parte con las manos vacías.
Si por un casual le caía por las casas a tomar mate, saludaba dando la mano larga, preguntaba por la familia, cómo andan me alegro más vale así, se sentaba en un banquito bajo, y al primer descuido manoteaba un pollo de los que entraban a picotear en la cocina y se lo metía abajo del poncho sin el menor miramiento.

Lo colocaba con la cabeza abajo del sobaco, al pollo, pa' refrenarle todo intento de cacareo.
La que cacarea es la gallina.
Y la cigüeña crotoa.
Como los pollos se crían sin un control, cuando son más de cuatro, los dueños no se fijan, porque pa' pior los pollos se parecen todos de cara y pico, y no es cosa de pasar lista a cada rato pa' ver cuál falta.
Si se mueven son bravos de contar y uno se marea.
Menos mal que en invierno se duermen temprano, se aquieta, y uno tiene tiempo de fijarse antes del informativo.

Un hombre, Neoliberal, que jamás pudo jugar al fóbal porque de tan manolarga vivía cometiendo penales, y pa' pior era ambidiestro y tanto los hacía con una diestra como con la otra.
El penal que habría que tirar es el de Libertad.
Si un penal no da pena, no es penal.
Manolarga, Neoliberal, que en los velorios lo contrataban pa' cebar mate.
Sin pararse repartía el amargo y desde su banquito le llegaba hasta los más recónditos rincones de la casa mortuoria donde se sucuchaban tanto los dolientes como los invitados.

Velorio con invitados no conocía.
En cualquier momento el finadito llama a conferencia de prensa.
Lo que es moda no incomoda.
Y una vuelta va Neoliberal y cae por el boliche El Resorte, y al dar la mano se le fue (porque al manolarga se le va), y la Duvija la sintió que la rozaba con algo de atrevimiento y falta de respeto pa' la persona femenina sin previo consentimiento de parte.
Le ha pegado un sopapo, a Neoliberal, que resonó en el boliche, salió el ruido por la ventana, fue a rebotar contra los cerros, retumbó como trueno lejano, bajó por las cuchillas y los montes y fue a morir ahogado en las aguas serenas del arroyo manso.

Antes de que se despertara, Rosadito Verdoso le ató a la espalda la mano larga y lo flechó.
Después, de frente no había manera de entrarle.
Quedó de una sola mano.
Como impregnado en ella.
Azulejo Verdoso tuvo un ataque artístico y fue y le puso su firma abajo.
Se lo vendieron a un forastero, con revoque y todo, y dicen que ahora está colgado en un salón en Europa y que vale un platal.
Figura con el título de "Hombre con guitarra y bicicleta en estampado sobre revoque blanqueado a la cal".

La muchacha nueva y bonita lo esperó aquella noche y muchas más, y dejó de esperarlo cuando ya viejita lo vio en la televisión, en un programa sobre murales latinoamericanos en París. Lo que son los destinos, ¿no?.



Para carnaval "LOS RESORTEROS" son fija. 

Hombre que supo ser asunto pa' cumplir con los mandados, un tal Microbiano Cortón, que le decían "Puré de enfermo" porque era bastante zapallo.

Tan cumplidor, Microbiano, que pa'l verano el médico le dijo que tenía que hacer playa y él se puso a moler piedra hasta hacerla arena fina, que tuvo que hacer playa de agua dulce por falta de salitre y no le fue el turismo, porque en lugar de ruleta puso cancha de taba y cualquier abombau sabe que si el porteño no lee "Casino" sigue de largo.

Y Microbiano se casó con Patética Lírica, que se conocieron en el rancho del viejo Rataplán Cuadrante el día que Rataplán le festejó los 32 años a su hijo porque terminaba de cobrar el primer jornal de su vida, en el primer trabajo de su vida, que lo echaron al otro día porque se durmió.

Pero fiesta bonita la del casamiento de Microbiano y Petética, porque hubo música en vivo y en disco, que el padrino había conseguido un solo disco de 78 pero estaba comido en las orilla por el gorgojo del disco musical negro, que es un insecto en extinción por culpa del Compac dorado, y en lugar de 78 vueltas por minuto apenas si daba 65.

Para la música en vivo estaba el trío "Los Resorteros", formado por Rosadito Verdoso, Azulejo Verdoso en guitarra y la Duvija en flauta dulce, que el dulce era de membrillo y la flauta de pan de ajo, que es un instrumento de poca variedá porque el ajo repite mucho. Cuando se supo en el boliche, va el tape Olmedo y pregunta:

- ¿ Y cómo es eso de baile con un solo disco?

- Una preciosidá de música, pero de tan usado el disco estaba finito, y se le entreveraban la música del lado A con la del lado B.

- Pa mi - comentó el tape Olmedo- si el disco es redondo no puede tener lados, y en caso de tener tienen que ser una infinidá.

Lo que resultó ser asunto muy serio fueron "Los Resorteros", que tanto le interpretaban La Lambada (que ya no se oye) como el Himno Nacional (que todavía se oye gracias al fútbol), que lo tocaban en tiempo de marcha camión, que era un lió pa' las viejas, porque escuchaban el Himno y se tenían que parar y no todas podían, que a mas de una hubo que pararla y apuntalarla con otra para que entre las dos cumplieran con la obligación patriotas.

Rancho fresco 

Hombre que supo tener problemas con el rancho, aura que dice, Pan de Dios Roseto, el casáu con Nicotina Brulete, una mujer que tenía una cabellera como el oro, por lo poco.
A Nicotina la conoció en el velorio de Colchoneto Pilón, que tuvo la muerte de la milanesa cuando la mujer lo dejó frito con el sartén. Parece que el hombre estaba dormido, la mujer le vio un mosquito en la frente, y pa no despertarlo con una cachetada, que queda tan feo, le descargó un sartenazo.
Después al sartén había que usarlo al revés porque le había quedáu el fondo del otro láu, y al marido hubo que velarlo con el mosquito en la frente porque no se lo pudieron borrar con nada.
En ese velorio fue que Pan de Dios conoció a Nicotina, justo a tiempo pa evitarle un papelón. La china había sentido decir que en los entierros a los difuntos se les tira unos terrones con la mano, y como ella no iba a poder ir al entierro, se los quería tirar en el velorio, pa cumplir.
Pa evitar el terronazo, Pan de Dios le agarró la mano y ya que estaban siguieron haciendo manito.
A los dos días, mientras se sacaban la tierra de abajo e las uñas, él le habló de casamiento. Ella le acetó loca de la vida y hasta comentó:
-¡Quién me iba a decir que pa encontrar la felicidá hacía falta en este pícaro mundo un mosquito y un sartenazo!
Cuando se arreglaron, Pan de Dios se acordó que hacía tiempo que quería sacarse un gusto, y fue y se lo dijo.
-Hace tiempo que tengo ganas de sacarme un gusto.
Ella se lo quedó mirando con cara de primero el juzgáu y la iglesia, pero el la desilusionó al decirle:
-Lo que quiero tener, es rancho de cuero.
Le quedó de lo más bonito. Venía gente de lejos pa ponderarle el rancho.
-Lo que tiene el rancho e cuero -decía él-, que es fresco pal verano, calentito pal invierno si le hace fogata adentro, y fácil de distinguir de lejos pa que las visitas no tengan que andar buscando.
El rancho lo estrenó la noche del casamiento. Al otro día, cansáu de haber andáu de arriba pa abajo con las cosas del casorio, durmieron hasta el mediodía. Un sol, que achicharraba.
Lo despertó un ruido de maderas rotas cuando el ropero se hizo astillas.
Miró pa arriba, y tenía el techo bajito contra las narices. Miró pa los costados, y las paredes lo estaban apretando.
La mujer le recordó en un grito:
-¡Pan de Dios, mi gaucho! ¡Hiciste rancho con cuero fresco y con el sol se nos está achicando! ¡Tenía razón mi mama cuando me decía que eras más loco que gato en la bañera...!
-¡Con qué china me casé -gritó Pan de Dios furioso- que se ahoga en un rancho e cuero! ¡Pa que sepa -le dijo- este rancho tiene cierre metálico!
Le corrió el cierre, salieron los dos, y después se sentaron a la sombra de un ombú, y se quedaron mirando como el rancho se achicaba y se achicaba.
Según se comenta, Pan de Dios no quiso saber más nada con aquella mujer, pero ahora, cuando arma un tabaco, le rueda un lagrimón al tener su rancho en la mano. Lo usa de tabaquera.

Sin salida 

Lo malo que tenían los ferrocarriles de antes pa'l maquinista, digo yo y fijesé, era que si no sacaba la cabeza pa' fuera pa' mirar, no veía nada pa' delante. Y no hay nada más peligroso que ferrocarril atropellando a lo ciego, como decía Bolerín Colérico, el casau con Hidrógena Fantoche, una mujer nerviosa que jamás pudo espumar un puchero sin salpicar el techo. Cuando Bolerín dejó a la mujer porque de tan nerviosa nunca pudo embocar el chorro de agua pa' cebarle un mate, salió cortando campo con su tristeza aquerenciada en un silbo bajito que apenas le asomaba entre los dientes.
Como el triste es de mirar pa' abajo, en una de esas vió dos ruedas de fierro tiradas entre los pastos. Como no sabía que hacer con su vida, se las puso abajo del brazo y siguió caminando. A la media legua, mira así y ve otras dos ruedas de fierro. Como no sabía qué hacer con las dos ruedas que llevaba, levantó las otras dos y siguió tranco y tranco. Como las ruedas le pesaban mucho, y son de lo más incómodas pa' llevar abajo de los brazos, pensó en hacerse un rancho con ruedas cosa de hoy o mañana mudarse sin pagar flete. Le quedó una casa tan hermosa, que cuando llegó con ella al boliche El Resorte todos se la ponderaron y entraron a festejar con vino de damajuana y dulce de leche con salame, pa' picar. Pa' la madrugada se descolgó una tormenta que era puro trueno y relámpago pa' todos lados y el agua que se venía. Ahí fue cuando el Tape Olmedo, mamau por unanimidá, lo aconsejó al hombre y fue y le dijo; vaso de vino en esta mano, pucho apagau en esta oreja, pastito tierno entre los dientes, fue y le dice: -Usté perdone que uno se meta en su cada cual, vecino, pero pa' mí, si empieza a llover, ese rancho con ruedas de fierro se le va a quedar clavau en el barro. El que más el que menos todos opinaron, hasta que el pardo Santiago dijo que lo mejor pa' que no se enterrara era poner el rancho arriba de la vía del ferrocarril, porque la vía está pensada pa' que no se entierre nada. Bolerín Colérico dijo que bueno, que cómo no.

Entre todos llevaron el rancho y lo calzaron arriba de las vías con Bolerín adentro. Pa' que el hombre no pasara la noche tan solito, el barcino se quedó pa' acompañarlo hasta que amaneciera. Era una noche brava de tormenta, puro trueno y relámpago pa' todos lados y el agua que se venía. Cuando se estaban quedando dormidos, el hombre y el gato, sienten que el rancho se mueve con el viento. Se asoman a ver por la ventana, y el rancho iba agarranco velocidá por las vías y los dos a las carcajadas porque nunca habían viajado más que en carretilla. Iban de cantarola cuando miran así pa' delante y allá, de frente, ven un punto negro que se viene y se viene por la misma vía. El punto negro primero parecía un punto negro, después parecía una mancha oscura, dispués parecía una máquina que se venía y después Bolerían comentó:
-Parece ferrocarril. Cuando el barcino se dio cuenta que se les venía arriba un tren, hinchó el lomo como pa' saltarle. Como a Bolerín nunca se le había venido un ferrocarril de frente, se quedó pensando en la cantidad de cosas que nunca le habían pasado. Pensó que nunca se había caído de un ucalito, ni se había quemado con dulce de membrillo hirviendo, ni se había pinchado un ojo con una tijera, ni se le había venido un ferrocarril de frente pero que ahora se le venía. De repente, el barcino se tiró por la ventana del rancho y salió a la disparada por esos campos de Dios y otros pocos.

En el boliche El Resorte taban terminando una damajuanita de vino, cuando vieron entrar al barcino a toda velocidá. Se trepó al mostrador, se paró de manos, se colgó de un salame del techo, le volcó el vino al tape Olmedo, le comió dos higos a Rosadito Verdoso, le sopló el tabaco al pardo Santiago, le arañó las chancletas a la Duvija, amagó a salir y se los quedó mirando desde la puerta con el lomo hinchau y la cola señalando pa' fuera. Ahí fue cuando el tape opinó; vaso de vino volcado en una mano, pucho entre los dedos fue y dijo:
-Si este gato no se volvió loco de golpe nos está llamando pa' alguna cosa, y habría que ir a ver, digo yo ¿no?
Que vamo, que no vamo, al final salieron todos en un carro con damajuana de vino por cualquier cosa. El Barcino, de a pie, iba adelante pa' marcarles el camino como una luz entre los pastos. Y siguiendo al gato treparon a los cerros, cruzaron los arroyos, subieron a las lomas, bajaron de las lomas, se salpicaron en los bañados, se metieron por los montes, salieron de los montes, se sacudieron en los pedregales.... ¡y allá van los del Resorte en un carro! ¡Y más allá va Bolerín con su rancho por la vía, y allá viene el ferrocarril a una velocidá infinita derechito a reventarle el rancho, y allá viene el carro con el tape parau en el pescante meta chicote y vino, y allí viene el tren, y allí va el rancho, y se van a encontrar los tres en el mismo sitio y a toda velocidá... Y allá va el rancho como chijete, y de frente por la misma vía el ferrocarril a una felocidá infinita, y allá viene el carro con el tape Olmedo en las riendas, y el rancho de aquel lado y del otro el ferrocarril, y cuando llega al medio de la vía el caballo va y se empaca, y el carro queda atravesao, y el rancho que se viene de allá y del otro lado el ferrocarril, y el caballo en medio de la vía, y el tape le dio con un rebenque y no había caso.

Le explicaron la situación. El caballo como si nada, con el carro en medio de la vía y el tren a toda velocidá, y de fente el rancho, y ahí fue que el tape Olmedo pegó el grito:
¡PAREN EL CUENTO!
Después, en el boliche, comentaban que una vuelta, por culpa de un cuento, casi los mata un ferrocarril.

Tabaco

No se puede dejar tabaco a la vista porque hay muchos que lo están dejando.

Hombre que supo ser una disgracia pa' jugar al fútbol, un tal Velatorio Mortajo, el casau con Zambita Triste Formol, hija del viejo Formol que tenía no se sabe cuántos años pero se conservaba lo más bien.
Que las hijas eran cuatro, a saber: Vidalita Amarga Formol, Milonga Depre Formol, Chacarera Penosa Formol y la susodicha Zambita Triste Formol, casada con Velatorio Mortajo, que pa'l fútbol era una disgracia.

El viejo Formol supo casar a las hijas una vuelta que le vino un ataque de criterio y sentido común, porque las hijas eran muy de andar de novias, y los gauchitos atracaban al rancho del viejo Formol, y como quien no quiere la cosa se le ganaban en la cocina y le comían todito, y hasta le fumaban el tabaco, porque el viejo era de armar con hojilla y dejar a la vista, cosa que no se debe hacer porque hay mucho abuso de gente que comenta que está dejando de fumar, pero si ve tabaco en banda apenas si le dice permiso y echa mano.

Y el viejo se fue cansando de a poco, porque no era de apurarse pa' nada porque si se apuraba se cansaba, y al final, poco a poco, se cansó de ver desfilar novios que nunca le concretaban una fecha, ni un amague de casamiento, y eran cuatro las muchachas, y cuatro eran los novios, gente toda indecisa, titubeante, con una tremenda incapacidá pa' formalizar, pero eso sí, ligeros pa' encarar la fiambrera y barrer con lo que fuera.

Y el viejo Formol se cansó, hizo un corral de piedra con alambre de púa, esperó a que fuera domingo y le cayeron los gauchitos a visitarle las hijas y los comestibles, y cuando los tuvo cerca les largó los perros, que eran baqueanos pa' encerrar bichos en el corral, y revoleando el poncho y a los chiflidos, los embretó.

Allí les habló, les explicó cómo era la cosa de los límites y de los abusos, les comentó lo mal que hace el tabaco cuando se pita de garrón, y los tuvo hasta el lunes vigilados por los perros y tempranito los llevó pa'l pueblo y los hizo casar.

Dicen que el viejo los trató bien, que impresionaba un poco por el asunto de la escopeta que se le vio asomar entre los pliegues del poncho, y un facón que le relumbraba en la cintura, y una espuma que le salía de la boca, pero nada más.

Fueron cuatro matrimonios de apuro, y se comentaba que fueron felices, a no ser el problema de Velatorio Mortajo, que pa'l fútbol, resultó, francamente, una disgracia.